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¿Y Si Hoy… Me Atreviera?

  • Foto del escritor: Conectamos by Alicia
    Conectamos by Alicia
  • 15 abr
  • 3 Min. de lectura

Ella tiene 56 años. Su nombre es Lucía. Es madre de dos hijos ya adultos, divorciada desde hace más de una década. Vive sola, con la rutina como su compañera más fiel. Su vida transcurre entre el trabajo, las llamadas ocasionales de sus hijos y las visitas al supermercado. Jamás se ha permitido volver a amar, ni siquiera se lo ha planteado. No por dolor, sino porque ha encontrado cierta paz en su mundo ordenado, controlado, silencioso. La idea de una nueva relación, de un nuevo comienzo, le resulta simplemente ajena, incluso innecesaria.


Pero entonces, un día cualquiera —como suelen ser los que cambian la vida—, lo conoce.


No fue en una cita, ni en una reunión de amigos. Fue en una situación poco favorable, poco planeada. Él venía de lejos, no residía en la ciudad, estaba de paso por asuntos personales. Pero en medio de una conversación casual, cruzaron miradas, luego palabras, y finalmente, algo más sutil pero mucho más poderoso: una conexión.


Él la escucha. La observa. Le dice que le encanta su forma de hablar, su risa, incluso sus silencios. Es galante, pero no vulgar. Cercano, pero no invasivo. La hace sentir vista, y eso, en esta etapa de su vida, es desconcertante. Porque Lucía ya no espera que la vean. Se ha acostumbrado a que su reflejo sea solo suyo.


Pero él insiste. Con respeto, con sutileza, pero con firmeza. Le deja claro que la admira, que se siente atraído por su esencia, que su historia le parece fascinante. Y es ahí donde comienza el verdadero dilema.


¿Qué hacer cuando la vida te pone frente a una posibilidad que jamás te planteaste? ¿Cómo se responde a una invitación a lo inesperado cuando ya no estabas dispuesta a volver a escribir capítulos nuevos? ¿Y si esto no es amor, pero sí compañía? ¿Y si esto no es futuro, pero sí presente?


Lucía no se ha enamorado. Aún no. Pero está sintiendo. Y eso es un terremoto emocional en una tierra que creía firme y estable.


En las noches se pregunta si debería permitirse una aventura, aunque sea breve. Si debería romper sus propias reglas. Si lo que hoy siente es ilusión, necesidad o simple deseo de no sentirse invisible.


Y así, esta mujer de cincuenta y tantos se encuentra ante una encrucijada emocional que muchas callan, que pocas comparten, pero que tantas viven.



Finales posibles:


  1. Lucía decide no avanzar. Agradece el gesto, la galantería, la emoción. Pero elige seguir sola, no por miedo, sino por convicción. Porque ha aprendido a caminar sola y no quiere romper su equilibrio emocional.

  2. Lucía se permite una cena, una charla, una historia corta. Y aunque no se enamora, sonríe. Se descubre viva, capaz de conectar. Y eso basta. Porque a veces, solo eso transforma.

  3. Lucía abre una nueva puerta. Se permite conocerlo, abrir su vida a nuevas posibilidades. Y sin planearlo, encuentra en esta etapa madura de su vida, una nueva manera de amar, sin prisa, sin miedos, sin deberes. Solo presencia.




Reflexión final:


La vida no deja de sorprender, incluso cuando creemos que ya lo ha hecho todo. Las emociones no tienen edad, y la ilusión no tiene fecha de caducidad. No se trata de buscar, pero sí de estar abiertos. Porque a veces lo que llega, no lo pedimos… pero lo necesitábamos.


Y tú, ¿te atreverías?

 
 
 

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